Afrontar el cáncer de forma holística, Dr. Alberto Martí Bosch.
“Para solucionar un problema primero hay que entender el problema”.
UN NUEVO ENFOQUE: EL ASEDIO
-¿Cuáles son las bases de su protocolo?
-A los oncólogos, a la hora de tratar el cáncer, se nos ha enseñado
una medicina que se basa en destruir las células tumorales en lugar de
intentar restaurar las rutas metabólicas que son las que han sido
dañadas y finalmente llevan al desarrollo del tumor. Y lo que se trata
es de entender que si modificamos el “terreno” es posible hasta revertir
la evolución de las células tumorales o provocar su suicidio o
apoptosis. Se nos dice que cuando aparece un tumor lo primero que hay
que hacer, si se puede, es “cortarle la cabeza”; es decir, usar la
cirugía. Y en caso de no poderse se plantea entonces la radioterapia; es
decir, achicharrar al tumor, “enviarlo a la hoguera”; bueno, más bien
llevar la hoguera hasta él. La otra opción sería la quimioterapia, es
decir, “envenenarlo”. Y se añade gratuitamente que si todo eso falla no
se puede hacer nada más. En suma, al oncólogo moderno se le sugiere que
puede “cortar, quemar o envenenar”, acciones más propias del siglo XII
que de un sofisticado siglo XXI. Realmente patético. Es verdad que a
veces hay que afrontar el problema de tener que eliminar un tumor porque
su crecimiento puede poner en riesgo el funcionamiento de un órgano
vital, pero en tal caso lo inteligente es seguir una cuarta vía de
carácter igualmente bélico cuyo origen, puestos a jugar con las
comparaciones metafóricas, también podríamos encontrar en el siglo XII y
en los anteriores, pero que es mucho menos agresiva. Porque, ¿qué se
hacía en la antigüedad ante una ciudad que se quería conquistar y era
difícil de batir? Asediarla. Dejarla sin agua ni comida cortando sus
rutas de abastecimiento y modificando el entorno para que nadie pudiera
entrar o salir. Y luego sentarse a esperar o reforzar el asedio con
máquinas y herramientas de asalto. El asedio ha funcionado toda la vida
así que se me ocurrió la idea de incorporar ese sistema a la lucha
contra el cáncer, para lo cual era imprescindible entender las
condiciones de supervivencia de la célula tumoral frente a la célula
sana. Hoy sabemos que la célula sana vive en un medio alcalino rico en
oxígeno, usa muy poco sodio para vivir y utiliza proteínas levógiras
-con giro a la izquierda- que son estables en él. Por el contrario, el
paciente que desarrolla un proceso oncológico entra en acidosis
metabólica -es decir, el terreno se acidifica- y hay entonces escasez de
oxígeno –a eso le llamamos hipoxia– lo cual obliga a las células sanas a
mutar si no quieren morir. Verá, las células sanas consiguen su energía
por oxidación; es decir, gracias al oxígeno generan Adenosin Trifosfato
o ATP -por sus siglas en inglés- que es la molécula base de la energía
celular. Pero cuando el terreno se acidifica y el oxígeno escasea sólo
tiene una alternativa si no quiere morir: encontrar otra manera de
obtener energía. Y esa posibilidad existe y la explica el llamado Ciclo
de Krebs. Sencillamente en lugar de oxígeno el cuerpo utiliza ácido
pirúvico mediante un fenómeno conocido como glicolisis que le permite
obtener moléculas de ATP, pero que generando también ácido láctico y
alcohol
como residuos.
Se trata pues de una ruta anaeróbica -sin aire- para sobrevivir. Es
decir, la célula sana aeróbica que vive en terreno alcalino se vuelve
anaeróbica, pero en un entorno tan ácido que para poder soportarlo tiene
que alcalinizar su núcleo, su citoplasma, para lo cual se carga de
sodio de un modo desmesurado. Y asimismo utiliza para alimentarse
proteínas dextrógiras en lugar de levógiras ya que las mismas viven en
medios ácidos. En suma, todo tumor vive en un medio ácido pobre en
oxígeno, cargado de sodio, y alimentándose de proteínas dextrógiras.
Luego si queremos neutralizarlo sin atacarlo, ¿qué habrá que hacer? Pues
usar la táctica del asedio. Y para ello hay primero que desacidificar
el terreno alcalinizando al paciente. Lo que se logra erradicando los
ácidos que se han acumulado en el organismo. En este ámbito es por eso
clave la alimentación -hay que eliminar de la
dieta
todo lo que acidifica y eso incluye el alcohol, el café, el tabaco, el
azúcar, los lácteos, los hidratos de carbono refinados, la carne roja- y
tomar periódicamente baños de agua caliente con sal marina. En segundo
lugar debe seguirse una dieta hiposódica, es decir muy baja en sodio o
sal. Nunca he entendido que se le prohíba la sal a un hipertenso o a
alguien que tiene mal el riñón o el corazón, y no se le sugiera lo mismo
a un enfermo de cáncer. Tercero, es preciso aportar al sistema enzimas
proteolíticas de acción selectiva, enzimas con capacidad para eliminar
las proteínas dextrógiras dejando intactas las levógiras. Y aquí hay que
recordar el extraordinario trabajo de D. Fernando Chacón, creador del
Bio Bac, producto que logra exactamente eso. En suma, si eliminamos las
proteínas dextrógiras dejando a las células tumorales sin comida,
hacemos una dieta hiposódica -sin sodio las células cancerosas no pueden
mantener la estabilidad de la membrana y el citoplasma- y reducimos el
nivel de ácidos, el medio se vuelve alcalino y rico en oxígeno. Y el
oxígeno es tóxico para la célula tumoral anaeróbica. En definitiva, para
que las células cancerosas mueran basta modificar su entorno porque no
sobreviven en terrenos alcalinos y oxigenados. Da un resultado
excelente. Por eso cada vez son más abundantes los casos de remisiones
entre los enfermos de cáncer que siguen este protocolo.
-¿La
dieta es pues el primer elemento clave en toda estrategia curativa?
-Siempre nos habían aconsejado no comer carne los viernes y muchas
tradiciones reclaman la práctica del ayuno -al menos un día a la semana-
pero nadie nos ha explicado claramente por qué. Sin embargo ya Galeno
entendió la necesidad de depurar el cuerpo, bien a través del ayuno,
bien siguiendo
dietas
vegetarianas. Las curas a base de limón, cebollas o uvas vienen de la
época de los romanos. Y como el 90-95% de las frutas y verduras es
básicamente agua, quien se alimenta un tiempo sólo con ellas limpia los
órganos encargados de filtrar la sangre de los residuos metabólicos y
tóxicos, es decir, los pulmones, los riñones y el hígado. Filtros que si
se obstruyen llevan al organismo a intoxicarse y acidificarse. A todo
el mundo se le explica que cuando el filtro del coche está sucio hay que
cambiarlo, pero a nadie se le dice que cuando los filtros del cuerpo
están sucios hay que limpiarlos. Pues bien, ayunar o hacer una dieta
vegetariana cada cierto tiempo ayuda a limpiar los filtros y a mantener
el organismo en un entorno alcalino. Obviamente si a la dieta se le
agrega la ingesta de determinadas plantas -las hay específicas para cada
órgano- mejoramos aún más la limpieza. Porque hay plantas que limpian
los pulmones (tomillo, gordolobo, yantel), plantas que limpian el hígado
(alcachofera, cardo mariano, diente de león, boldo, desmodium) y
plantas que limpian el riñón (té verde, cola de caballo, arenaria). Así
que podemos coger tomillo, alcachofera y té verde, por ejemplo, y
obtener un remedio para limpiar a la vez los tres órganos. En pocas
palabras, podemos eliminar ácidos a través del hígado, de los pulmones y
de los riñones así como a través de la piel con baños de agua caliente
con sal marina gracias a la ósmosis. Y conseguir la deseada
alcalinización.
-¿Sugiere usted a todos sus pacientes que eliminen de su dieta la carne?
-Nosotros sugerimos hoy una dieta ovo-lacto-vegetariana porque
empezamos utilizando una exclusivamente vegetariana y vimos que al final
había desequilibrios en el organismo. Con una dieta en la que también
se comen legumbres, huevos y queso la persona se encuentra más
equilibrada pero la idea sigue siendo reducir la ingesta de proteínas.
La OMS explicó ya en 1985 que la dieta ideal debe contener un 85% de
proteínas vegetales y sólo un 15% de origen animal. Y nosotros estamos
comiendo proteínas animales muy por encima de ese porcentaje. Mucha
gente ignora que una dieta excesivamente proteica acidifica. Así que si
hablamos de 4 comidas al día –desayuno, comida, merienda y cena- lo que
hay que hacer es reducir la presencia de proteínas animales de un máximo
de 28 veces posibles a 4. Consumiendo lentejas, garbanzos y alubias
como fuente de proteína vegetal lunes, miércoles y viernes, y pescado,
pollo o ternera los martes, jueves, sábados y domingos a mediodía (tanto
carne blanca como roja y pescado blanco o azul). También tengo que
decir que es un error comer huevos por la noche, práctica muy habitual.
El huevo tiene una gran carga grasa y una alta cantidad de albúmina.
Nosotros recomendamos ingerir por ello sólo dos o tres a la semana y lo
hacemos coincidir con el día vegetariano. Pueden pues tomarse en el
desayuno o en la comida aunque nunca en la cena. Como decía Sancho Panza
-¿o fue Don Quijote quien aleccionaba a Sancho sobre los asuntos del
yantar?-, hay que “desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar
como un mendigo” pues “de grandes cenas están las sepulturas llenas”.
Por supuesto damos al paciente la opción de cenar un día de forma
extraordinaria porque también nos dice la sabiduría popular que “una vez
a la semana, cosa sana”. En definitiva, la dieta debe ser especialmente
suave por las noches: verduras, fruta, arroz o, simplemente, una
ensalada. La clave está en el hígado, porque para que éste pueda llevar
adelante la digestión necesita la presencia de una hormona -el cortisol-
que sólo se encuentra en sangre cuando hay sol. Y como nuestros hábitos
sociales nos hacen cenar cuando éste se ha ocultado -y por tanto,
cuando su nivel en sangre es muy pobre- hacer una cena copiosa obliga a
una digestión muy pesada. Y si se logra es gracias a que el hígado
recibe de la glándula suprarrenal una hormona alternativa, la adrenalina
-u hormona del estrés-, que ésa sí está disponible las 24 horas. Por
eso después de una cena pesada es tan habitual que uno tarde en dormirse
o se vaya a la cama con el corazón acelerado. Además hay que tener en
cuenta los ritmos circadianos: de día el hígado se encarga de asimilar
las proteínas que ingerimos pero de noche su función es básicamente
drenar bilis. Y es el cortisol el que determina la inversión de trabajo
para que de ser un órgano asimilador pase a ser un órgano drenador. Así
que si estresamos el hígado todos los días haciéndole asimilar cuando
debiera estar drenando, éste no va a eliminar luego adecuadamente los
residuos metabólicos, con lo que al final se resiente. Se lo digo
siempre a los pacientes: el problema con la alimentación no está
normalmente tanto en lo que comemos como en los desechos que no
eliminamos. Cuando el cuerpo no puede drenar las toxinas las va
reteniendo y nos vamos autointoxicando, acidificándonos, abonando con
ácidos el terreno para un posible asentamiento tumoral.
LA BAÑERA, UNA AUTÉNTICO BALNEARIO CASERO
-El segundo pilar básico de su protocolo para una buena
desintoxicación y alcalinización son los baños de agua caliente con sal
marina. ¿Puede explicarlo con más detalle?
-En un principio me planteé seriamente cómo conseguir un sistema
terapéutico eficaz y simple para ayudar al paciente, porque éste ya
tiene bastantes problemas con su enfermedad para que nosotros le
generemos más. Y a ello me ayudaron los trabajos de la doctora Josefina
San Martín Bacaicoa -catedrática de Hidrología Médica en la Universidad
Complutense de Madrid- y de Schneider, sobre el mundo del termalismo.
Con ellos comencé a comprender que los baños termales son una
excelente solución terapéutica. ¿Por qué son útiles los balnearios?
Porque sus aguas son minerales y termales. Es decir, se trata de agua
caliente que contiene cloruro sódico y cloruro potásico en una
concentración superior a 20 gramos por litro. Y es agua salina en una
concentración superior a la del mar y a la de nuestro plasma ya que éste
tiene 9’4 gramos de sal por litro y la de los balnearios anda por los
20 gramos por litro. Pues bien, cuando uno se sumerge en un lugar donde
el agua está caliente enseguida se le dilatan los poros de la piel. Pero
como además está muy salada y nuestros cuerpos son en un 70%-80% agua,
resulta que al meternos en ella se produce el fenómeno que conocemos
como ósmosis, de forma que el agua de nuestro cuerpo sale arrastrando
toda clase de toxinas y sales minerales a través de los poros hacia el
exterior. Con lo que también la sal sale fuera del núcleo de las células
y éstas se alcalinizan. Esto me hizo entender el concepto de las “sales
de baño”. Siempre me pregunté qué sentido tenía echar sal al baño.
Entonces lo entendí. Bueno, pues las bañeras que la mayoría tenemos en
el hogar pueden convertirse en balnearios caseros de alto rendimiento y
bajo costo. De hecho ¿quiénes fueron los primeros que tuvieron bañera en
casa? La gente de clase acomodada. Piénsese que en los años 40 del
pasado siglo XX la gente pobre no tenía ni baño. Quienes iban a los
balnearios pertenecían a la clase acomodada porque un balneario ni era
ni es barato. Una estancia de un mes puede costar más de 3.000 euros en
la actualidad. Algo que ni un rico paga con gusto ya que éste suele ser
alguien que lo que busca es cómo obtener lo que quiere sin pagar por
ello. Así que cuando los ricos se dieron cuenta de que los balnearios
curan -aunque ignoraran por qué- se decidieron a estudiar cómo tener
alguno siempre a su disposición pero sin pagar tanto por ello. Entonces
les contaron que el agua de los balnearios cura porque sus aguas son
termales. A lo que el rico responde: “¡Que me pongan una terma en casa”.
Es que las aguas de balneario son minerales, les dicen luego. Y
entonces preguntan qué minerales llevan, hablan con algún químico y éste
les explica que en las aguas de balneario hay 20 gramos de sales por
litro de agua. Así que los ricos, aleccionados, encargan bañeras
sabiendo que deben llenarlas hasta la mitad -para que haya unos 100
litros de agua- y luego agreguen dos kilos de sal marina. De esa forma
la proporción de sal será también de 20 gramos por litro. Y ya tienen un
gradiente osmótico. Resumiendo, las bañeras caseras son en realidad
artilugios terapéuticos muy eficaces que nadie nos ha enseñado a
utilizar. Porque cuando el agua caliente dilata los poros de la piel y
éstos se abren el organismo transpira eliminando anhídrido carbónico
(CO2) a la vez que expulsa grasas, amoníaco y ácido úrico. Y todas esas
fracciones ácidas que eliminamos a través de la piel en la bañera ya no
necesitan ser desechadas por los pulmones, los riñones y el hígado con
lo que les evitamos que tengan que filtrarlas ellos. Basta en suma agua
caliente –no hace falta que queme- y dos kilos de sal marina en la
bañera para configurar un mecanismo sencillo de alcalinización rápida
–media hora de baño diario bastan- a disposición de cualquiera. Y
barato. Tales baños suponen una diálisis percutánea, una especie de
pulmones, riñones e hígado artificiales de alto rendimiento y bajo coste
que casi nadie usa porque no se lo han explicado.
-Bueno, no todo el mundo -y pienso especialmente en las personas
mayores- se puede permitir entrar y salir de la bañera todos los días.
-Siempre hay alternativas. A la gente mayor que no puede o debe
entrar en la bañera para evitar riesgos mayores le digo simplemente que
no se meta. Basta que se siente en una silla, coja un barreño pequeño
donde quepan unos diez litros, eche en él agua caliente y un cuarto de
kilo de sal marina para mantener la proporción de la que hablábamos y lo
disfrute. Es verdad que la superficie corporal expuesta es menor pero
tres baños de pies al día equivalen a un baño completo. Puede hacer por
tanto diez minutos por la mañana, diez al mediodía y diez por la
tarde-noche. Y respecto a la temperatura siempre les digo a los
pacientes que deben sentirse a gusto. Hay personas a las que les va bien
25 grados y otras a las que les van 30. Con 30 grados a la sombra ya se
suda… y la cuestión es sudar. Redescubramos a Galeno, o si se quiere, a
nuestras abuelas que curaban siempre con cuatro elementos. Lo primero
que hacían nuestras abuelas en cuánto decías ¡ay! -y daba igual lo que
te ocurriera- era prepararte una lavativa. Y luego nos daban un caldo de
pollo o gallina, o un caldo de verduras, o una compota de manzana o
pera, o un arroz caldoso, y con eso -la lavativa y el caldo- ya tenían
su cura de aguas. El tercer pilar que proponían era una buena sudada.
Todo lo arreglaban con una buena sudada. Cuando las abuelas no tenían
bañera -lo comprobé cuando ejercí la medicina rural en la comarca de la
Segarra en Barcelona- ponían agua a hervir, llenaban botellas de cristal
con el líquido a 70-80º, las envolvían con toallas -para que el cristal
no quemara la piel- y colocaban luego tres botellas a cada lado del
enfermo añadiendo cuatro mantas encima. ¡Y no veas tú qué sudada! Bueno,
también usaban hierbas medicinales porque a diferencia de la generación
actual conocían bien sus propiedades terapéuticas.
-¿Cuál es el fin primordial de una lavativa?
-Desintoxicarse, y por tanto, proteger el hígado. Un colon tóxico a
quien más afecta es al hígado. Y voy a explicarlo de una forma muy
expresiva: al lado de cada inodoro hay en todas las casas una escobilla
porque la suciedad se pega y cuando activas la cisterna los restos
fecales quedan a menudo adheridos. Bueno, pues en nuestro intestino pasa
lo mismo: por él transitan todos los días restos fecales y siempre
quedan restos adheridos a la mucosa. Al punto de que con el tiempo puede
llegar a formarse una auténtica carcasa de restos fecales pegados a la
mucosa intestinal. Lo sabemos pero no lo valoramos. Y sin embargo tiene
mucha importancia. Una de las funciones primarias del colon es recuperar
el agua de la digestión y cursar el bolo fecal en estado sólido. Para
hacer la digestión utilizamos de hecho casi cinco litros de agua que
obtenemos con la que ingerimos al beber pero también con el agua
presente en la comida -especialmente en frutas y verduras ya que en un
90-95% son agua- y en los jugos gástricos (hasta dos litros y medio).
Todo ello sirve para hacer una gran sopa, emulsionar las grasas y
micronizar los minerales y oligoelementos para que el intestino delgado
lo absorba luego todo. Lo que llega pues al colon son sólo los restos no
nutritivos, los restos fecales, si bien el organismo -que todo lo
aprovecha- recupera el agua deshidratando para ello el bolo fecal. Y esa
agua que se absorbe en el colon va a la sangre; es más, va primero
directamente al hígado. Luego, si nosotros no hacemos una limpieza
periódica del colon cada vez que éste recupera agua, ésta tiene que
atravesar la carcasa de restos fecales antes de llegar a la mucosa,
atravesarla y llegar al hígado y posteriormente a la sangre. Con lo que
acabamos llevando a ésta una auténtica infusión de aguas fecales. En
otras palabras, cuando el colon está muy sucio nos intoxicamos
inevitablemente. Así que uno debe plantearse hacerse una limpieza de
colon cada cierto tiempo. Si se puede, una buena hidroterapia de colon.
Si económicamente no se puede, mediante la lavativa de toda la vida.
Muchas veces lo que yo sugiero a mis pacientes es combinar la ingesta de
aloe vera con la lavativa. La idea es que el enfermo ingiera durante
una semana zumo de aloe vera para ayudar a desprender los restos
adheridos y luego se aplique la lavativa. Basta entonces meterse un par
de litros de agua templada/caliente para que el colon quede limpio.
HERRAMIENTAS DE ASALTO
-Luego en su teoría del asedio las distintas terapias que sabemos
también utiliza -como la Hipertermia, la Ozonoterapia, la
Biorresonancia, etc.- jugarían entonces el papel de las antiguas
herramientas de asedio: escalas, arietes, catapultas…
-Se trata de herramientas terapéuticas útiles que al no producir
además efectos secundarios negativos pueden agregarse al tratamiento.
Ayudan a que la respuesta sea mucho más rápida. Dicho esto debo
reconocer que para mí, en particular, hay un antes y un después en los
resultados que obtenía hasta noviembre del 2008 y los que observo desde
entonces cuando empecé a aplicar los protocolos de los doctores Banerji.
Estos dos médicos hindúes, a los que he tenido la fortuna de poder
acompañar durante nueve días enteros en su hospital de Calcuta viéndoles
trabajar, tienen el mérito de haber simplificado la Homeopatía.
Sencillamente, atienden en ese centro junto a sus ayudantes a tal
cantidad de personas al día –¡unas 3.000!- que han podido constatar en
poco tiempo que hay remedios realmente universales con campos de acción
muy concretos según la dilución que se utilice. Y eso facilita mucho
elegir el remedio homeopático.
Por ejemplo, han observado que el Arsenico album a la 3 CH tiene un
tropismo y una acción concreta sobre la mucosa gástrica, a la 6 CH la
acción la tiene sobre las mucosas de las vías respiratorias altas, y a
la 200 CH actúa sobre la piel. Y que la gente responde siempre; en mayor
o menor grado pero responde. Por mi parte, antes de conocer a los
Banerji utilizaba la Homeopatía simplemente para tratar de que el
paciente respondiera lo más rápido posible a los tratamientos. Y me
ponía muy contento al ver que gracias a ello no sufrían anemia y los
vómitos eran escasos o no los tenían. Muchos no necesitaron
transfusiones de sangre, se levantaban bien por la mañana, se sometían a
sus sesiones de quimio, llegaban a casa, se tomaban un baño y hacían
vida normal por la tarde sin apenas deterioro físico. Y encima remitían
más rápido de lo esperado. Pero ahora lo que estamos viendo con los
protocolos de los Banerji no es que remitan rápido sino que remiten
rapidísimo. La acción antitumoral es tan espectacular que algunos casos
se han publicado hasta en Oncology y se han interesado ya por sus
trabajos y protocolos desde el Anderson Cancer Center de Houston (Texas,
EEUU) y la Universidad de Texas hasta el Hospital Presbiteriano de
Nueva York. Hoy estos centros reconocen que sus protocolos funcionan y
actúan al nivel del ADN en la célula tumoral. Es un avance
importantísimo. En fin, toda herramienta que ayude a afrontar una
enfermedad como el cáncer es buena, pero es que además ninguna de las
que yo utilizo obliga al paciente a elegir, a tener que dejar algo. Son
todas complementarias.
-¿Y cuál es el papel de las vitaminas, minerales y oligoelementos en su protocolo?
-Básico. Pero elegimos las que vamos a suministrar al paciente -para
mejorar el rendimiento de su organismo- no tanto por el tipo de tumor
sino por la respuesta que se obtiene, porque no todos los enfermos
responden igual a los mismos productos. Para el riñón, por ejemplo,
sabemos que es bueno el complejo de vitaminas B que es además diurético.
Cuando uno toma vitamina B la orina se vuelve inmediatamente muy
amarilla ya que activa la función renal y se excreta por el riñón. Las
vitaminas del complejo B son sobre todo hepatoprotectoras y mejoran la
coleresis o secreción de bilis hepática además de ser antianémicas,
antineuríticas y mejorar la conducción a nivel de la placa motora del
corazón. Sabemos asimismo que el sistema inmune del paciente oncológico
está muy deprimido porque en un medio ácido no trabaja bien. El pH de la
sangre en condiciones normales es de 7’4, es decir, ligeramente
alcalino, y, por tanto, si se recupera la alcalinidad el sistema inmune
volverá a trabajar adecuadamente. Y es que nada funciona de forma
aislada. Por ejemplo, para que pueda haber unión entre una
inmunoglobulina y un virus se necesita el concurso sinérgico de las
vitaminas A, C y E. Así que lo suyo es añadir tales elementos para
conseguir que los sistemas inmunitarios sean también competentes. Y otro
tanto pasa con otras sustancias ortomoleculares. Sabemos que hay
minerales como el selenio o el germanio 132 que tienen una gran potencia
antioxidante y por eso los añadimos. En definitiva, la idea fundamental
de nuestro tratamiento es la de potenciar los sistemas de defensa del
cuerpo. Se consiguen unas respuestas terapéuticas extraordinarias
dejando que sea el propio organismo el que resuelva la enfermedad.
Nosotros nos limitamos a señalar al enfermo la ruta y a sugerirle luego
-si procede- pequeñas modificaciones según sea su evolución. A fin de
cuentas cada paciente es un mundo.
-¿Cree usted que ha cambiado algo la mentalidad de los oncólogos respecto de la medicina natural en los últimos años?
-Poco a poco… pero sí. Puedo decirle que hay ya bastantes oncólogos y
radiólogos de distintos lugares de España que llevan tiempo enviándome
pacientes para que les
desintoxique
porque reconocen abiertamente que haciéndolo sus tratamientos van
mejor. Otra cosa es que lo pidan aún con la boca pequeña y que su
petición siempre vaya acompañada de la coletilla “Mira, Alberto, esto
que se quede entre nosotros”. Pero la apertura es cada vez mayor. Claro
que hay una especie de run-run entre los pacientes en las salas de
espera sobre la eficacia de lo que hacemos y al final todo se sabe.
Bueno, no es menos cierto que quienes más pacientes nos mandan son los
enfermeros/as porque también son quienes tienen más contacto directo con
los pacientes. Como es cierto que cada vez más médicos entienden que la
Medicina Biológica o Naturista no es una “medicina complementaria” ni
una “medicina de confrontación”. Es simplemente Medicina.